Oraciones diarias
por las Santísimas Llagas de Nuestro Señor
Santa Brígida deseaba saber
cuantos azotes recibiera Jesús en su Pasión.
Ante el deseo de la Santa por venerar este sufrimiento del Redentor,
Él se le apareció y le dictó quince oraciones
para rezarlas diariamente durante un año,
junto con un Padrenuestro y un Avemaría por cada una.
"Al terminar el año - le dijo - habréis venerado cada
una de mis Llagas."
Además de las oraciones, también le reveló la
promesa
de excelentes gracias para quienes las rezaran.
(Aprobadas por el Papa Pío IX)
Las quince oraciones
Las quince promesas
Aprobación
de las oraciones y promesas
¿Son 5.480
azotes?
Santa Brígida
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Las 15
oraciones
Primera oración (Padrenuestro y
Avemaría en cada oración)
¡Oh, Jesucristo! Sois la Eterna
Dulzura de todos los que os aman: la Alegría que sobrepasa todo
Gozo y deseo, la Salvación
y Esperanza de todos los pecadores. Habéis manifestado no tener
mayor deseo que el de permanecer en medio de los hombres, en la tierra.
Los amáis hasta el punto de asumir la naturaleza humana, en la
plenitud de los tiempos, por amor a ellos. Acordaos de todos los
sufrimientos que habéis soportado desde el instante de vuestra
Concepción; y especialmente durante
vuestra Sagrada Pasión; así como fue decretado y ordenado
desde toda la eternidad; según el Plan Divino. Acordaos,
¡oh,
Señor! que durante la Última Cena con vuestros
discípulos
les habéis lavado los pies; y después les disteis vuestro
Sacratísimo Cuerpo y vuestra Sangre Preciosísima. Luego,
confortándolos con dulzura, les anunciasteis vuestra
próxima Pasión.
Acordaos de la tristeza y amargura que habéis experimentado en
vuestra Alma, como Vos mismo lo afirmasteis, diciendo: "Mi alma
está triste hasta la muerte". Acordaos de todos los temores, las
angustias y
los dolores que habéis soportado en vuestro Sagrado Cuerpo,
antes
del suplicio de la Crucifixión. Después de haber orado
tres
veces, todo bañado de sudor sangriento, fuisteis traicionado por
vuestro
discípulo, Judas; apresado por los habitantes de una
nación
que habíais escogido y enaltecido. Fuisteis acusado por falsos
testigos,
e injustamente juzgado por tres jueces; todo lo cual sucedió en
la
flor de vuestra madurez; y en la solemne Estación Pascual.
Acordaos que fuisteis despojado de vuestra propia vestidura y revestido
con manto de irrisión. Os cubrieron los Ojos y la Cara
infligiendo bofetadas. Después, coronándoos de espinas
pusieron en vuestras manos una caña. Finalmente, fuisteis atado
a la columna; desgarrado con azotes y agobiado de oprobios y ultrajes.
En memoria de todas estas penas y dolores que habéis
soportado antes de vuestra Pasión en la Cruz, concededme antes
de morir, una contrición verdadera, una confesión sincera
y completa; adecuada satisfacción y la remisión de todos
mis pecados. Amén.
Segunda oración
¡Oh, Jesús, la verdadera libertad de los Ángeles y
Paraíso de Delicias! Acordaos del horror y la tristeza con que
fuisteis oprimido cuando vuestros enemigos, como leones furiosos os
rodearon con
miles de injurias, salivazos, bofetadas, laceraciones, arañazos
y
otros suplicios inauditos. Os atormentaron a su antojo.
En consideración a estos tormentos y a las palabras
injuriosas, os suplico ¡oh, mi Salvador y Redentor! que me
libréis de
todos mis enemigos visibles e invisibles y que, bajo vuestra
protección, hagáis que yo alcance la perfección de
la Salvación Eterna. Amén.
Tercera oración
¡Oh, Jesús, Creador del cielo y de la tierra, al que nada
puede contener ni limitar! Vos abarcáis todo y todo es sostenido
bajo vuestra amorosa potestad. Acordaos del dolor muy amargo que
sufristeis cuando los judíos, con gruesos clavos cuadrados,
golpe a golpe, clavaron vuestras Sagradas Manos y Pies a la Cruz. Y no
viéndoos en un estado suficientemente lamentable para satisfacer
su furor, agrandaron Vuestras Llagas,
agregando dolor sobre dolor. Con indescriptible crueldad, extendieron
vuestro
Cuerpo en la Cruz. Y con jalones y estirones violentos, en toda
dirección, dislocaron vuestros Huesos.
Cuarta oración
¡Oh, Jesús, Médico Celestial, elevado en la Cruz
para curar nuestras llagas con las vuestras! Acordaos de las
contusiones y desfallecimientos que habéis sufrido en todos
vuestros Miembros; y que fueron distendidos a tal grado, que no ha
habido dolor semejante al vuestro. Desde la cima de la Cabeza hasta la
planta de los Pies. Ninguna parte de vuestro Cuerpo estaba exenta de
tormentos. Sin embargo, olvidando todos vuestros sufrimientos, no
dejasteis de pedir por vuestros enemigos, a vuestro Padre Celestial,
diciéndole: "Padre, perdónalos porque
no saben lo que hacen".
Por esta inmensa Misericordia y en memoria de estos sufrimientos, os
hago esta súplica: Conceded que el recuerdo de vuestra muy
amarga Pasión nos alcance una perfecta contrición y la
remisión de todos nuestros pecados. Amén.
Quinta oración
¡Oh, Jesús, espejo de resplandor eterno! Acordaos de la
tristeza aguda que habéis sentido al contemplar con
anticipación las almas que habían de condenarse. A la Luz
de vuestra Divinidad habéis dislumbrado la predestinación
de aquellos que se salvarían, mediante los méritos de
vuestra Sagrada Pasión. Simultáneamente, habéis
contemplado tristemente la inmensa multitud de réprobos que
serían condenados por sus pecados y os habéis quejado
amargamente de esos desesperados, perdidos y desgraciados pecadores.
Por ese abismo de compasión y piedad y principalmente por
la bondad que demostrasteis hacia el buen ladrón,
diciéndole: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso",
hago esta súplica, dulce Jesús: os pido que a la hora de
mi muerte tengáis Misericordia de mí. Amén.
Sexta oración
¡Oh, Jesús, Rey infinitamente amado y deseado! Acordaos
del dolor que habéis sufrido cuando, desnudo y como un criminal
común y corriente, fuisteis clavado y elevado en la Cruz.
También fuisteis abandonado de todos vuestros parientes y
amigos, con la excepción de vuestra muy amada Madre. En vuestra
Agonía, Ella permaneció fiel junto a Vos; luego, la
encomendasteis a vuestro fiel discípulo, Juan, diciendo a
María: "¡Mujer, he aquí a tu hijo!" Y a Juan:
"¡He aquí a tu Madre!"
Os suplico ¡oh, mi Salvador! por la espada de dolor que
entonces traspasó el alma de vuestra Santísima Madre, que
tengáis compasión de mí. Y en todas mis
aflicciones y tribulaciones, tanto corporales como espirituales, ten
piedad de mí. Asistidme
en todas mis pruebas y especialmente en la hora de mi muerte.
Amén.
Séptima oración
¡Oh, Jesús, inagotable fuente de compasión, ten
compasión de mí! En un profundo gesto de amor
habéis
exclamado en la Cruz: "¡Tengo sed!" Era sed por la
salvación
del género humano.
¡Oh, mi Salvador! os ruego que inflaméis nuestros
corazones con el deseo de dirigirnos hacia la perfección, en
todas nuestras obras. Extinguid en nosotros la concupiscencia carnal y
el ardor de los
apetitos mundanos. Amén.
Octava oración
¡Oh, Jesús, dulzura de los corazones y deleite del
espíritu! Por el vinagre y la hiel amarga que habéis
probado en la Cruz, por amor a nosotros, oíd nuestros ruegos.
Concedednos la Gracia de recibir dignamente vuestro
Sacratísimo Cuerpo y Sangre Preciosísima, durante nuestra
vida y también a la hora de la muerte, para servir de remedio y
consuelo a nuestras almas. Amén.
Novena oración
¡Oh, Jesús, Virtud Real y gozo del alma! Acordaos del
dolor que habéis sentido sumergido en un océano de
amargura, al
acercarse la muerte. Insultado y ultrajado por los judíos,
clamasteis
en alta voz que habíais sido abandonado por vuestro Padre
Celestial,
diciéndole: "Dios mío, Dios mío, ¿por
qué
me has abandonado?".
Por esta angustia, os suplico, ¡oh, mi Salvador! que no me
abandonéis en los terrores y dolores de mi muerte. Amén.
Décima oración
¡Oh, Jesús, Principio y Fin de todas las cosas, sois la
Vida y la Virtud plena! Acordaos que por causa nuestra fuisteis
sumergido en un abismo de penas, sufriendo dolor desde la planta de los
Pies hasta la cima de la Cabeza.
En consideración a la enormidad de vuestras Llagas,
enseñadme a guardar, por puro amor a Vos, todos vuestros
Mandamientos; cuyo camino de vuestra Ley Divina es amplio y agradable
para aquellos que os aman. Amén.
Decimoprimera oración
¡Oh, Jesús abismo muy profundo de Misericordia! En memoria
de las Llagas que penetraron hasta la médula de vuestros Huesos
y Entrañas para atraerme hacia Vos, presento esta súplica:
Yo, miserable pecador profundamente sumergido en mis ofensas, pido
que me apartéis del pecado. Ocultadme en los huecos de vuestras
Llagas hasta que vuestra cólera y justísima
indignación
hayan cesado. Amén.
Decimosegunda oración
¡Oh Jesús, espejo de la Verdad, sello de la Unidad y
vínculo de la Caridad! Acordaos de la multitud de Llagas con que
fuisteis herido desde la Cabeza hasta los Pies. Esas Llagas fueron
laceradas y enrojecidas. ¡Oh, dulce Jesús! por la
efusión de vuestra adorable Sangre. ¡Oh, qué dolor
tan grande y repleto habéis sufrido por Amor a nosotros en
vuestra Carne Virginal, dulcísimo Jesús!
¿Qué hubo de hacer por nosotros que no habéis
hecho? Nada falta. ¡Todo lo habéis cumplido!
¡Oh, amable y adorable Jesús! Por el fiel recuerdo de
vuestra Pasión, que el fruto meritorio de vuestros sufrimientos
sea renovado en mi alma y que en mi corazón vuestro Amor aumente
cada día, hasta que llegue a contemplaros en la Eternidad.
¡Oh,
amabilísimo Jesús! Vos sois el tesoro de toda
alegría
y dicha verdadera, que os pido concederme en el Cielo. Amén.
Decimotercera oración
¡Oh, Jesús, fuerte león, Rey inmortal e invencible!
Acordaos del inmenso dolor que habéis sufrido cuando, agotadas
todas vuestras fuerzas, tanto moral como físicas, inclinasteis
la Cabeza y dijisteis: "Todo está consumado".
Por esta angustia y dolor, os suplico, Señor Jesús,
que tengáis piedad de mí en la hora de mi muerte; cuando
mi
mente estará tremendamente perturbada y mi alma sumergida en
angustia.
Amén.
Decimocuarta oración
¡Oh, Jesús, Único Hijo del Padre Celestial,
esplendor y semejanza de su Esencia! Acordaos de la sencilla y humilde
recomendación que hicisteis de vuestra Alma a vuestro Padre
Eterno, diciéndole: "¡Padre, en tus Manos encomiendo mi
Espíritu!" Desangrado vuestro Cuerpo, destrozado vuestro
Corazón y abiertas las Entrañas
de vuestra Misericordia para redimirnos, habéis expirado.
Por vuestra Preciosa Muerte, os suplico ¡oh, Rey de los
Santos! confortadme, socorredme para resistir al demonio, la carne y al
mundo.
A fin de que, estando muerto al mundo, viva yo solamente para Vos. Y a
la
hora de mi muerte, recibid mi alma peregrina y desterrada que regresa a
Vos. Amén.
Decimoquinta oración
¡Oh, Jesús, Verdadera y Fecunda Vid! Acordaos de la
abundante efusión de Sangre que tan generosamente habéis
derramado de vuestro Sagrado Cuerpo. Vuestra Preciosa Sangre fue
derramada como el jugo de la uva bajo el lagar. De vuestro Costado
perforado por un soldado, con la lanza, ha brotado Sangre y Agua, hasta
no quedar en vuestro Cuerpo gota alguna. Finalmente, como un haz de
mirra elevado a lo alto de la Cruz, la muy fina y delicada Carne
vuestra fue destrozada; la Substancia de vuestro Cuerpo fue marchitada
y disecada la Médula de vuestros Huesos.
Por esta amarga Pasión y por la efusión de vuestra
Preciosa Sangre ,os suplico ¡oh, dulcísimo Jesús!
que
recibáis mi alma cuando yo esté sufriendo en la
agonía
de mi muerte. Amén.
Conclusión
¡Oh, dulce Jesús! Herid mi corazón,
a fin de que mis lágrimas de amor y penitencia me sirvan de pan
día y noche.
Convertidme enteramente ¡oh, mi Señor! a Vos.
Haced que mi corazón sea vuestra Habitación Perpetua.
Y que mi conversación os sea agradable.
Que el fin de mi vida os sea de tal suerte loable, que después
de mi muerte pueda merecer vuestro Paraíso y alabaros para
siempre en el Cielo con todos vuestros Santos. Amén.
Las
quince
promesas
(Los padres de familia, maestros
y catequistas que enseñen estas oraciones a los
pequeños, por lo menos durante un año, serán
premiados de Dios. Igualmente los que se las facilitan a otros.)
Aprobación
de las oraciones y promesas
Estas oraciones y promesas fueron copiadas de un libro impreso en
Toulousse, (Francia) en el año 1.740. Se publicaron por el padre
Adrien Parvelliers, Jesuita Misionero Apostólico en la Tierra
Santa, que obtuvo la aprobación, el permiso y la
recomendación que se requería para difundirlas.
El Papa Pío IX declaró conocimiento de estas oraciones
con el acto de presentar el prólogo. De esta manera, el Sumo
Pontífice admitió la autenticidad de estas plegarias
por el bien de las almas y firmó la aprobación el
día 31 de mayo de 1.862. Este veredicto del Santo Padre fue
confirmado con actos tangibles y concretos. Una colección de
pequeños libros, incluyendo
estas oraciones, fue aprobada por el Gran Congreso de Malines el 22 de
agosto
de 1.863.
Papa Benedicto XV: "La aprobación de estas revelaciones implica
nada más que esto: después de una examinación
lenta y detenida, se permite publicar estas revelaciones para
el bien espiritual de todos los fieles y aunque no se les atribuye el
mismo grado de fe igual al que se le rinde a las Verdades de la
Religión bajo
pena, sin embargo se les permite creer con fe humana. Es decir,
conforme a
las reglas de prudencia, por las cuales son probables. Por lo
tanto, estando ya adecuadamente afirmadas y apoyadas por
suficientes motivos, pueden ser piadosamente creídas."
Las promesas ya se han realizado en favor de todas las
personas que han rezado estas oraciones. Además se han producido
numerosos
hechos sobrenaturales. Por este medio, Dios se ha dignado dar a
conocer
la rigurosa veracidad de estas oraciones y promesas.
¿Son
5.480 azotes?
Durante toda la Pasión, Nuestro Señor recibió
multitud de golpes, maltratos, y vejaciones. Pareciera que los
infiernos se desataran para infligir sobre su Sagrado Cuerpo toda clase
de torturas. En las revelaciones
de
la Venerable
Ana
Catalina,
se detallan todos estos suplicios.
Si atendemos a la historia, encontramos que la flagelación
representaba la mayor parte de los casos una pena capital, es decir, el
ajusticiado
era azotado hasta la muerte. En otras ocasiones significaba un "simple"
castigo ejemplar público o una corrección por un delito
leve.
En el caso de Jesús, se pedía la muerte, aunque Pilatos
no tenía esa intención cuando lo mandó azotar. Sin
embargo los verdugos estaban entrenados para flagelar con el mismo
ímpetu, tanto si era para pena capital como para castigo
ejemplar, sólo
variaba el número de latigazos.
Es de suponer que, aunque lo hicieran muy a menudo, al ser un juicio
público y sentirse rodeados de una multitud que gritaba
"¡muerte!", los azotes golpeaban reforzados por el ambiente. Y
las burlas se aguzaban a ingenio, para encender al populacho.
Los flagelos eran de diferentes tipos y cada verdugo estaba
"especializado" en golpear con uno de ellos. Es por eso que las Llagas
de Jesús
se ven diferentes por ejemplo en la Sábana
Santa de Turín.
Unas más profundas que otras. Unas más alargadas, otras
más redondas. Algunos látigos eran simples cuerdas
anudadas. Otros llevaban pequeñas bolitas en las puntas. Y
parece ser que también
usaban varas de espinos.
Si fuera posible contar cada latigazo y a su vez, cada herida que
produce un sólo golpe de flagelo, sean bolitas que se incrustan
o espinos que rasgan la carne, podría salir el número de
Llagas que
Santa Brígida nos dice que Jesús le reveló.
Además están los latigazos que fue recibiendo durante el
camino al Calvario. Y los que con toda probabilidad le estuvieron dando
mientras se burlaban
de Él.
Jesús nos pide venerar cada una de sus Llagas. Sea como fueren
causadas, son 5.480. Para ello quiere que recemos estas oraciones
durante un año completo. Es decir, 15 oraciones, 365
días. Y así habremos venerado, según sus palabras
"cada una de mis Llagas". Sin embargo, según esta cuenta,
resultan 5.475 oraciones. Lo cual viene a significar que no solamente
nos pide orar por los azotes, sino que más bien parece estar
hablando de todas sus Llagas, pues pareciera que las cinco
de más , vengan a ser las de las Manos, los Pies
y el Costado, que no fueron producidas por un látigo, sino por
los
clavos de la Cruz y la lanzada de su Corazón. (La
devoción
a las Cinco Llagas es también muy apreciada por el Señor
junto
con la Llaga de la Espalda
revelada a
San Bernardo, como la más dolorosa de su Pasión.
No obstante, no existe ninguna objeción para aceptar llanamente
que Jesús recibió todos esos miles de azotes,
según lo reveló a una mujer de probada vida santa; y
mucho menos cabe objetar el cumplimiento de este deseo del Señor
en venerar amorosamente cada día de todo un año, ese
sufrimiento que golpe a golpe, le fue infligido por nuestra causa. No
solamente por las maravillosas y excepcionales promesas que nos ofrece
al rendirle nuestro respeto y entregarle nuestro consuelo por su dolor,
sino además porque, aunque las rezáramos durante todos
los días de todos años de nuestra vida, nunca
terminaríamos de pagarle tamaño Sacrificio.
Santa
Brígida 1.303 - 1.373
Su fiesta el 23 de Julio
Santa Brígida nació en Upsala (Suecia) el 14 de junio
de 1.303. En ese momento el cura de Rasbo, don Benito oraba por un
feliz
parto de la Señora Ingeborde. Súbitamente se
encontró
envuelto en una nube luminosa en la cual se le apareció la
Santísima Virgen diciéndole: "Una niña ha nacido
en Birger y se oirá su voz por todo el mundo".
Brígida tuvo la dicha de nacer en una familia que tenía
como herencia de sus antepasados una gran religiosidad. Sus abuelos y
bisabuelos fueron en peregrinación hasta Jerusalén y sus
padres se confesaban y comulgaban todos los viernes y como eran de la
familia de los gobernantes de Suecia y tenían muchas posesiones,
empleaban sus riquezas en
construir iglesias y conventos y en ayudar a cuanto pobre encontraban.
Su padre era gobernador de la principal provincia de Suecia.
De niña su mayor gusto era oír a su mamá leer
vidas de Santos. Cuando apenas tenía seis años tuvo su
primera
revelación. Se le apareció la Santísima Virgen a
invitarla
a llevar una vida santa, totalmente del agrado de Dios. En adelante las
apariciones celestiales serán frecuentísimas en su vida,
hasta tal punto que ella llegó a creer que se trataba de
alucinaciones
o falsas imaginaciones. Pero consultó con el sacerdote
más
sabio y famoso de Suecia y él, después de estudiar
detenidamente
su caso, le dijo que podía seguir creyendo en esto, pues eran mensajes
celestiales.
A los 13 años asistió a un sermón de Cuaresma,
predicado por un famoso misionero. Este santo sacerdote habló
tan
elocuentemente acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo, que
Brígida
quedó totalmente entusiasmada por nuestro Redentor. En adelante
su devoción preferida será la de Jesucristo Crucificado.
Un día rezando con todo fervor delante de un crucifijo muy
chorreante de sangre, le dijo a Nuestro Señor:
"¿Quién te puso así?" y oyó que Cristo le
decía: "Los que desprecian mi Amor. Los que no le dan
importancia al Amor que yo les he tenido". Desde ese día se
propuso hacer que todos los que trataran con ella amaran más a
Jesucristo.
Su padre la casó con Ulf, hijo de otro gobernante. Tuvieron un
matrimonio feliz que duró 28 años. Sus hijos fueron ocho:
cuatro varones y cuatro mujeres. Una de sus hijas fue Santa Catalina de
Suecia. Uno de sus hijos fue religioso. Otros dos se portaron muy bien
y
Carlos fue un pícaro que la hizo sufrir toda la vida.
Sólo
a la hora en que él se iba a morir logró la santa con sus
oraciones que él se arrepintiera y pidiera perdón de sus
pecados
a Dios. Dos de sus hijas se hicieron religiosas y otra fue "la oveja
negra
de la familia" que con sus aventuras nada santas martirizó a la
buena
mamá. Fue pues, una familia como tantas otras: con personas
buenas
y otras que hace sufrir.
Brígida era una dama principal de las que colaboraban con los
reyes de Suecia. Pero en el palacio se dio cuenta de que se gastaba
mucho dinero en lujos y comilonas y se explotaba al pueblo. Quiso
llamar la atención a los reyes, pero éstos no le hicieron
caso. Entonces pidió permiso para irse con su esposo en
peregrinación a Santiago de Compostela. En el viaje, Ulf
enfermó gravemente. Brígida oró por él y en
un sueño se le apareció San Dionisio para
decirle que se le concedía la curación, con tal que se
dedicara
a una vida santa. El marido curó y entró de monje
cisterciense,
donde unos años después murió santamente.
En una visión oyó que Jesús Crucificado le
decía: "Yo en la vida sufrí pobreza y tú tienes
demasiados lujos
y comodidades". Desde ese día Brígida dejó todos
sus vestidos elegantes y empezó a vestir como la gente pobre. Ya
nunca más durmió en camas cómodas, sino siempre
sobre duras tablas. Y fue repartiendo todos los bienes entre los pobres
de manera que ella llegó a ser también muy pobre.
Con su hija Santa Catalina de Suecia se fue a Roma y en esa ciudad
permaneció 14 años, dedicada a la oración, a
visitar y ayudar enfermos, a peregrinar como orante muchos santuarios y
a dictar sus revelaciones
que están contenidas en ocho tomos muy interesantes; tan
estimadas
en su tiempo, que los sacerdotes las leían a los fieles en Misa.
(Sufrió muy fuertes tentaciones de orgullo y sensualidad).
Desde Roma escribió a muchas autoridades civiles y
eclesiásticas y al mismo Sumo Pontífice (que en ese
tiempo vivía en Avignon, Francia) corrigiendo muchos errores y
repartiendo consejos sumamente provechosos. Sus avisos sirvieron
enormemente para mejorar las costumbres y disminuir los vicios.
Por inspiración divina fundó la Comunidad de San
Salvador. El principal convento, en la capital de Suecia, con 60
monjas, se convirtió en el centro literario más
importante de su nación en aquella época. Con el tiempo
llegó a tener 70 conventos en toda Europa.
Se fue a visitar los santos lugares donde vivió, predicó
y murió Nuestro Señor Jesucristo. En Tierra Santa
parecía vivir en éxtasis todos los días.
Allí recibió continuas revelaciones acerca de cómo
fue la vida de Jesús, contenidas en uno de los tomos.
Al volver de Jerusalén se sintió muy débil y el 23
de julio de 1.373, a la edad de 70 años murió en Roma con
gran fama de santidad. A los 18 años de su muerte, fue
canonizada por el Sumo Pontífice.
Santa Brígida, te rogamos nos alcances del Señor, la
perseverancia diaria para rezar estas oraciones por las Santas Llagas
de Jesucristo.
Tráenos de su Divina Misericordia el privilegio de meditarlas y
su aprovechamiento espiritual. Intercede ante el Señor para que
disfrutemos con gozo de las promesas que contienen, por
mediación
de Nuestra Santísima Madre. Amén.