"No creía
Judas que su traición tendría el resultado
que tuvo; el dinero sólo preocupaba su espíritu, y desde
mucho
tiempo antes se había puesto en relación con algunos
fariseos
y algunos saduceos astutos, que le excitaban a la traición
halagándole.
Estaba cansado de la vida errante y penosa de los Apóstoles. En
los
últimos meses no había cesado de robar las limosnas de
que
era depositario, y su avaricia, excitada por la liberalidad de
Magdalena cuando
derramó los perfumes sobre Jesús, lo llevó al
último
de sus crímenes. Había esperado siempre en un reino
temporal
de Jesús, y en él un empleo brillante y lucrativo. Se
acercaba
más y más cada día a sus agentes, que le
acariciaban y le decían de un modo positivo que en todo caso
pronto acabarían
con Jesús.
Hallándose
Jesús con los tres Apóstoles en el
camino,
entre Getsemaní y el jardín de los Olivos, Judas y su
gente
aparecieron a veinte pasos de allí, a la entrada del camino:
hubo
una disputa entre ellos, porque Judas quería que los soldados se
separasen
de él para acercarse a Jesús como amigo, a fin de no
aparecer
en inteligencia con ellos; pero ellos, parándolo, le dijeron:
"No,
camarada; no te acercarás hasta que tengamos al Galileo".
Jesús
se acercó a la tropa, y dijo en voz alta e inteligible:
"¿A
quién buscáis?". Los jefes de los soldados respondieron:
"A
Jesús Nazareno". - "Yo soy", replicó Jesús. Apenas
había
pronunciado estas palabras, cuando cayeron en el suelo, como atacados
por
apoplejía. Judas, que estaba todavía al lado de ellos, se
sorprendió, y queriendo acercarse a Jesús, el
Señor le tendió la
mano, y le dijo: "Amigo mío, ¿qué has venido a
hacer
aquí?". Y Judas balbuceando, habló de un negocio que le
habían
encargado. Jesús le respondió en pocas palabras, cuya
sustancia es ésta: "¡Más te valdría no haber
nacido!". Mientras
tanto, los soldados se levantaron y se acercaron al Señor,
esperando
la señal del traidor: el beso que debía dar a
Jesús.
Pedro y los otros discípulos rodearon a Judas y le llamaron
ladrón
y traidor. Quiso persuadirlos con mentiras, pero no pudo, porque los
soldados
lo defendían contra los Apóstoles, y por eso mismo
atestiguaban
contra él.
Profecías de
Ana Catalina Emerich